Homotopografías

Actas Primer Congreso Internacional nuevos procedimientos escultóricos: ¿Qué es la escultura hoy?, Valencia, Universidad Politécnica de Valencia, 2003.

Proyecto A): Campo de batalla o mejor dicho: el lugar del crimen.

En mi trabajo como profesor de Fenomenología de las Agresiones, he podido comprobar que en la gran mayoría de los casos la homofobia se salda con una paliza o algún acto humillante. Como maricas tenemos una integridad física que salvaguardar.

El resurgir de la violencia fascista y de los movimientos ultranacionalistas en el continente europeo en los últimos años ha hecho que la comunidad gay sufra muchas más agresiones de las que veníamos ya soportando. Pero no podemos olvidar que siempre hemos sido los cuerpos más solicitados para recibir una patada muy macha. Todo tipo de violencia, incluso la simbólica, que se ejerce sobre los gays, es muy parecida en todas partes, al menos en el mundo occidental.

Acudiendo de nuevo a mi experiencia, creo estar seguro al afirmar que la heterosexualidad ha cometido uno de los mayores crímenes por el hecho de no haberse podido dotar nunca de espacios de convivencia, y en este aspecto los gays y las lesbianas no somos los únicos que hemos sido afectados. Las mujeres heterosexuales también tienen un largo historial de agresiones.

Muchas de estas agresiones se dan por el miedo heterosexual a la cultura gay. Por lo tanto, muchos gays pueden llegar a pensar que, dadas las circunstancias, no nos queda otra opción: mantenernos invisibles es un seguro de vida para muchos gays y muchas lesbianas.

Pero, a pesar de las estrategias que se generan a partir de la amenaza, la experiencia de la agresión física está continuamente presente en la vida de los gays. Algunos hemos desarrollado una habilidad especial para percibir el peligro, un piloto rojo que se enciende porque siempre está enchufado, y otras, han tenido que aprender a controlar muy estrictamente sus gestos y sus palabras.

Desde hace unos años estoy interesado en el escenario de la agresión, en los espacios en los que lleva a cabo la injuria. Lo primero que me llama la atención de estos lugares es que en ellos la violencia se producen de forma reiterada. Parece como si los autores de este tipo de actos establecieran lugares fijos para llevarlos a cabo.

Pero el asunto es mucho más complejo, ya que según sea el agresor o agresores, elegirán lugares distintos.

Por ejemplo una tipología muy común, los nazis, utilizan normalmente lugares en los que a la víctima se la pueda pillar desprevenida y acorralada. A ello se suma la predilección por agredir con nocturnidad y en la periferia más próxima a los lugares de ambiente o de ligue. No olvidemos que ellos también vienen desde la periferia, penetrando en la trama urbana como si de una estrategia de guerrilla se tratara. Es cierto que en otras ocasiones se han atrevido a entrar en lugares cerrados y provocar masacres.

Otra tipología de agresor es el encargado de la seguridad privada de un lugar público. Estos «animales» inflados de testosterona, no dudan en partirle la cara a alguien que haga algo que a ellos les disgusta, perturba o agrada.

Pero las agresiones no solamente ocurren en estos lugares, sino que también se da en la utilización del lenguaje o por ejemplo en muchas de las sentencias de los jueces que juzgan estos actos.

Uno de los aspectos que une a todos los tipos de agresor es que todos ellos entienden que la agresión misma es un acto de ajusticiamiento en el que se nos está exigiendo que cumplamos a la perfección con nuestro fatídico destino: la muerte gay, siempre rodeada de circunstancias violentas.

Además parece que todos ellos creen que la práctica de este tipo de agresiones e injurias tienen una condición preformativa: su función es producir efectos y, en especial, instituir o perpetuar la separación entre nosotros y ellos. Entre los que se llaman así mismo normales y los que según ellos somos portadores de un estigma.

Pero volviendo a la cuestión geográfica, es curioso comprobar que cuando una zona de la ciudad o de su periferia es conflictiva, ya que sobre el entramado social concreto que define ese lugar se han superpuesto paulatina o bruscamente otras situaciones que los habitantes del lugar perciben como dañinas, peligrosas o alteradoras de su orden establecido, los medios de comunicación, fundamentalmente las televisiones locales, rápidamente se hacen eco de la problemática. Por ejemplo en la ciudad de Valencia, donde ahora nos encontramos, el barrio de La Malvarrosa con la delincuencia asociada al tráfico de heroína o recientemente el cauce del río Turia y su paso por la ciudad de Mislata han sido objeto de muchos programas televisivos con entrevistas a pie de calle con vecinos y vecinas que se mostraban indignados e indignadas a causa de la violencia que sufrían en sus calles.

Muy al contrario cuando un lugar es continuamente utilizado para pegar, agredir, intimidar, insultar y amenazar a homosexuales entonces no se percibe como un lugar de conflicto.

Estos lugares, como el entorno de Las Torres de Quart, el viejo cauce del río Turia o la Estación del Norte, por la impunidad que se establece, a pesar de lo que en ellos ocurre, devienen espacios invisibles, en la medida que no hay luz ni taquígrafos que den fe de los hechos allí ocurridos. Pero, sin embargo, todos ellos son el lugar del crimen.

Para dejar constancia de estos espacios, y como forma de reflexión sobre las tramas urbanas y la geografía en ellas dibujada, he marcado sobre un mapa estos tres lugares de la ciudad de Valencia en los que a muchos gays se les ha agredido simplemente por estar allí. Este mapa me gustaría que algún día fuera introducido a modo de ordenación urbana superpuesta en los mapas que se regalan en las Oficinas de Turismo Municipales de esta Ciudad.

Proyecto B): La ciudad de los cuartos oscuros.

Como diseñador de sub-topografías siempre me he maravillado de la perfección con la que están resueltos los cuartos oscuros. Uno de los aspectos que más me impresionan es la economía de medios utilizados en estos lugares, y la variedad y calidad de usos que se puede obtener como consumidores. Debemos de aceptar, mal que les pese a algunos, que se le saca mas partido a un cuarto oscuro que a un coche o un banco de parque. Incluso teniendo en cuenta que los cuartos oscuros son lugares que tienen un horario de uso restringido.

Como muchos de ustedes sabrán, un cuarto oscuro se define en primer lugar por la ausencia de luz. Por lo tanto estos lugares se convierten en prototipos de la lucha contra el poder heterosexual. Son lugares en donde, a veces, podemos encontrar vampiros excepcionales. Me van a permitir ustedes que para apoyar esta teoría me remita a un texto escrito por la Radical Gay en 1993:

«Y es que la luz es la morada del hetero, en la luz están como en casa. La luz, con todo lo que ella implica, es el invento heterosexual por excelencia. Ser heterosexual es ser visible, habitar en la luz, ser la luz. La luz es heterosexual. Y el vampiro lo sabe, sabe que salir a la luz, hacerse visible, significa su destrucción, dejar de ser vampiro, porque la visibilidad supone tanto como acceder al ámbito de la moralidad, de la familiaridad, de lo cristiano, de lo purísimo e inmaculado, de lo inofensivo.»

Otro de los aspectos sobresalientes de los cuartos oscuros es la difuminación en los usuarios, tanto de la clase social adquirida, entendida esta según la teoría marxista, como de la «subjetividad moldeada por el orden social», frase que le he robado a Didier Eribon; pasando a prevalecer solamente aquellas subjetividades elegidas y que se evidencian a través de los tipos de prácticas y usos del lugar. Lejos de encontrarnos ante un caso de uniformización globalizante, nos encontramos ante un modelo de igualdad y respeto que deberíamos exportar a otros ámbitos de la vida ciudadana. La oscuridad y la ubicación de nuestro cuerpo nos coloca a todos en el mismo lugar. Todos estamos disponibles. Solo prevalecerá la libertad de elección.

Pero quizás lo que me interesa realmente de estos espacios es como su existencia, únicamente en las medianas y grandes ciudades, deviene una extensión de la propia función que la ciudad ha tenido para los gays: ésta siempre ha sido nuestro refugio. El lugar en el que podemos realizar todas aquellas aspiraciones, que en otros sitios son imposibles. El cuarto oscuro recoge microscópicamente esta realidad.

Durante el periodo más virulento de la pandemia del SIDA, ha habido innumerables intentos, muchos de ellos conseguidos, de acabar con este tipo de espacios. Como si matando al perro se acabara con la rabia. Todo ello no ha hecho más que demostrarme una vez más la importancia de estos lugares. Muchos hemos coincidido en pensar que un lugar para hacer sexo, que sea oscuro, que facilite el encuentro, o que ofrezca la posibilidad de realizarlo colectivamente, no tiene ninguna relación con esta enfermedad. No hace falta decir que si tiene que ver, y mucho, la forma en cómo lo hacemos. Hubiera sido mejor educar, como acción en la que unos dan algo a otros, que no cerrar locales como manifestación del poder que unos detentan sobre otros. Y lo peor es que muchos miembros de la comunidad gay aplaudieron y aplauden este tipo de imposiciones. Para estos homosexuales la palabra gay ha perdido gran parte de su significado.

Así pues, ese reino de tinieblas, debería ser declarado Espacio Urbano de Protección Preferente, entendiendo que son paradigmas de la resistencia, lugares por excelencia en los que se han cuajado muchos de los axiomas de la subcultura gay, y que llevan ya muchos años siendo objeto de estudio por parte de filósofos y de intelectuales.

Para dejar constancia de estos espacios, y como forma de reflexión sobre las tramas urbanas y la topografía en ellas dibujada, he marcado sobre un mapa estos enclaves de la ciudad de Valencia en los que muchos gays han encontrado tanto placer como diversión, amistad, experiencias y sorpresas. Este mapa me gustaría que algún día fuera introducido a modo de ordenación urbana subterránea en los mapas que se regalan en las Oficinas de Turismo Municipales de esta Ciudad.

Proyecto C): Para una práctica de la deriva con la finalidad de descubrir lugares que otros perciben como no-lugares.

Cuando viajo como turista a una ciudad que no conozco busco lugares públicos que tengan un sentido para mí y que, parece ser, no perciben una gran parte de los ciudadanos y ciudadanas. Un ejemplo son los parques, en las zonas más apartadas o frondosas; las playas (en el caso de que la ciudad tenga), normalmente al final; los servicios públicos (que como no existen ya los que se encuentran en plena calle, pues me sirven igual los de los grandes almacenes, estaciones de autobuses, de trenes, etc.); o las calles céntricas y llenas de gente. Suelo transitar de uno a otro lugar aleatoriamente. Lo suelo realizar despacio, deteniéndome en los enclaves que considero más interesantes y observando continuamente alrededor. Una vez realizado el trayecto, guardo los zapatos sin quitarles el polvo, sin limpiarles las manchas, y los coloco sobre un mapa en el que he marcado anteriormente, con la ayuda de un rotulador, el trayecto realizado. (No me gusta hacer fotografías ni filmar en vídeo). Me condiciona esta obsesión: hacer todos los trayectos posibles para descubrir no-lugares.

Muchos de nosotros hemos terminado viviendo en una ciudad como forma de supervivencia, y hemos tenido que homosexualizar enclaves prestados de la heterosexualidad, transformándolos en un territorio propio, pero solamente percibido por nosotros mismos. Es cierto que nunca hemos excluido a nadie de estos espacios. Y también es cierto que para la mayoría son entendidos como no-lugares, espacio del anonimato y la transitoriedad. Pero mira por donde, nosotros hemos hecho de estos lugares de transito verdaderos lugares antropológicos, lugares de la identidad. Dotar de identidad a un no-lugar que por definición no la tiene es un gran logro de la comunidad gay. Así hemos podido transformar una geografía heterosexual, la de nuestras ciudades, de todas, en una homotopografía en la que solo un grupo de iniciados puede orientarse y leer en un mapa nuestra particular distribución del espacio público.

Esta homotopografía se construye a partir de los extravíos, entendiendo este concepto no es su sentido de perderse, sino de encontrar caminos desconocidos.

Para dejar constancia de estos espacios, y como forma de reflexión sobre las tramas urbanas y la geografía en ellas dibujada, he trazado sobre un mapa algunos trayectos por la ciudad de Valencia. Para muchos gays estos trayectos se han convertido en laberintos dinámicos, un espacio homosocial para la liberación del comportamiento, encontrado en su deriva tanto placer como diversión, amistad, experiencias y sorpresas. Este mapa me gustaría que algún día fuera introducido a modo de ordenación urbana superpuesta en los mapas que se regalan en las Oficinas de Turismo Municipales de esta Ciudad.