tengo tos.
ayer fumamos demasiados marlboros.
uno detrás de otro sin parar durante toda la noche
arrastrados por las palabras plateadas y odiando los silencios,
mientras bailamos sin mirarnos
(porque en ese vacío pueden colarse pensamientos demoledores)
ahora duermes en mi cama y yo leo, cocino, como, consulto mis correos electrónicos
y escribo este pequeño relato de algo tan intrascendente como una tarde de domingo,
de un día en el que ya se empieza a notar que el otoño nos espera
y alguien está durmiendo en mi cama.
(tengo tanta tos que voy a volver a fumar a ver si la nicotina y el alquitrán me alivian momentáneamente)
mientras escribo la casa está paralizada por tu silencio.
hay ropa tirada en el suelo,
unos recipientes de lentillas en mi baño,
un móvil que no es el mío y que suena sin parar,
una sudadera dejada en el sofá que ya he olido varias veces.
tengo que hacer zumo de naranja para cuando te despiertes.
hoy esta casa no es la habitación de mi hotel.