El eco de la ira

Metal y sonido
2023

Un cono suspendido en el aire, que puede recordarnos a un megáfono, emite, si nos acercamos, sonidos lejanos de una manifestación en la calle. Algo pasa. Hay ruidos de silbatos, gritos, voces enfadadas exigiendo lo posible. Esos gritos de los años 80 y 90 del siglo pasado que proyectaban tanto dolor y tanta rabia se han apagado y solo nos llega el eco de aquellas proclamas. ¿Qué ha ocurrido con aquel enfado? Ya no hay urgencia.

Aquella ira señalaba una necesidad de cambios, tanto sociales como farmacológicos. Ayudaba a decir lo que pensábamos, lo que queríamos, ayudaba a definir quiénes éramos, mantenía nuestra dignidad y la integridad del yo.

“En el principio de Act Up está la rabia. Todas las personas que se nos han unido en uno o en otro momento de la historia de nuestra asociación, os lo pueden decir. Nos metemos en Act Up porque nos saltan los plomos. Vamos un martes por la tarde porque estamos enfermos y porque hemos pasado tres horas en una sala de espera antes de ser recibidos, deprisa y corriendo, por un médico desbordado; porque hemos oído a un modisto alterado decir en la televisión que el SIDA es un justo castigo; porque tenemos la sensación de no estar suficientemente informados para poder evitar contraer el virus; porque a una amiga le gustaría ir a Act Up pero está demasiado débil. Porque otro amigo acaba de morir y sus padres han disimulado cuidadosamente el nombre de su enfermedad; porque un ministro de sanidad habla aún de evaluar métodos que ya han demostrado su eficacia en el extranjero; porque hemos visto en televisión un grupo de personas exaltadas diciendo
lo mismo que tratábamos de formularnos cada una o cada uno en nuestro rincón”. Act Up, 1994.