Bocas

Inicio del proyecto: 2009

[Retratos en situación de espera]

CONCEPTOS
A) El sexo oral es una de las formas de relacionarnos sexualmente que más dudas ha provocado con respecto a las posibilidades «reales» de infección por VIH. Como tantas otras prácticas o modos de hacer sexuales fue rechazado por muchos hombres.

B) Una vez que se ha logrado reducir la mortalidad por sida en los países más desarrollados, y el miedo a infectarse parece que se ha desvanecido, eyacular en la cara o en la boca se ha convertido en una de las prácticas más solicitadas. Esta práctica sexual se presenta, en las distintas páginas Web o blogs cuyos contenidos giran en torno a la eyaculación y el semen, como «sexo guarro». Y son legión los adictos a las corridas en la cara, sobre todo los que lo demandan.

C) Muchos hombres no tienen ningún reparo en que se eyacule en su boca y menos en eyacular en la boca de otro. Sin embargo el que dona semen, casi nunca se plantea si está actuando correctamente con su compañero de juegos. Este es un viejo problema de discusión: «si quiere le doy, ya se apañará, que se cuide si no quiere infectarse», puede pensar una persona a la que se le demanda una eyaculación en la boca. Pero la persona que eyacula debe no sólo cuidarse, sino cuidar a sus compañeros sexuales. Por lo tanto si no sabe cuál es su estado serológico debería reflexionar sobre la conveniencia de esta práctica.

D) Algunos hombres han construido un entramado de fantasías alrededor del semen. En sus blogs podemos ver prácticas de todo tipo, desde la exhibición de eyaculaciones en la cara hasta la venta de ropa interior manchada de semen.

E) El ritual comienza cuando uno de los dos se arrodilla y empieza a realizar una felación al compañero sexual. (Hay que puntualizar que realizar una felación con el cuerpo doblado o arrodillado no significa lo mismo. Arrodillarse es una postura de reverencia que implica sometimiento, abandonarse a la suerte del que permanece de pie, actitud que la otra postura no transmite). Si el que permanece arrodillado desea que el otro eyacule en su cara, boca u otra superficie del cuerpo, tendrá que manifestarlo mediante palabras (¡córrete en mi cara!) o señales enviadas mediante la mirada, junto a la posición de la boca, que puede permanecer semi abierta y sin realizar acción alguna más que sacar un poco la lengua. A partir de este momento sólo hay que esperar. Se debe permanecer atento y observar cuando se avecina la eyaculación. Con la experiencia lograremos la precisión de doblar un poco la cara en el momento justo y conseguir que el semen se deposite sobre nuestra mejilla, cuello, orejas u hombro, evitando así la introducción del semen en la boca, a la vez que no fastidiamos la tensión morbosa que la situación, y la actitud del arrodillado, ha provocado.

G) Representar la espera para la recepción de una eyaculación es el objetivo de estas imágenes. Mediante la teatralización de este acto conseguimos unas imágenes que no corresponden al momento real de la espera de una eyaculación, sino que son consecuencia de juegos propuestos con la intención de realizar simulacros de sometimiento en el que los roles, ahora, están invertidos. El que tiene la cámara, tiene la polla. El que tiene la cámara se mantiene erecto y mira desde arriba cómo el otro espera el flash-eyaculación sobre su cara y su boca.

METODOLOGÍA

1) Buscar una habitación oscura, en casa, en un baño de un bar, en un aparcamiento…
2) Pedirle a un amigo que se arrodille y que ponga su cara y su boca en posición.
3) Apretar el disparador de la cámara con flash.

«En este sentido, hay otro ejemplo todavía más curioso en la cultura romana, una obsesión sobre un acto execrable del que hoy se habla poco pero que está muy documentado: la felación (irrumatio). La mamada en esta cultura era un acto aún más bajo que la penetración anal pasiva. Para los romanos, mamarla (es decir, se desprecia al que chupa la polla, que allí llaman pasivo, aunque a nosotros nos parece algo súper activo) era lo peor de lo peor, el acto más bajo de sometimiento: obtener placer pasivamente dando placer al otro y, a su vez, ofrecer una parte de su cuerpo, la boca, a la entera disposición del otro. La cosa estaba tan mal vista que, según Marcial, algunos hombres a los que habían pillado haciendo mamadas… ¡intentaban hacerse pasar por homófilos pasivos!; dado que la injuria en este caso era menor, era preferible confesar un acto de penetración pasiva a confesar que les gustaba hacer una buena mamada.»
Sáez, Javier; Carrascosa, Sejo, Por el culo. Políticas anales, Madrid, Egales, 2011.