Aigua, 2000

No existe documentación de esta pieza. Hemos incluido estas imágenes que se acercan a las dos que se colocaron en la instalación. Esta pieza se expuso en la exposicion La bogeria, Ca Revolta, Valencia.

Aigua es una pequeña instalación formada por muy pocos elementos. Éstos ocupan el espacio de una sola pared, de forma que el espectador pueda verla en su totalidad de un solo golpe de vista. Los elementos que se han dispuesto ocupan lugares cercanos a los límites, tanto del techo como del suelo. Si el espectador dirige su mirada perpendicularmente no encontrará ningún elemento significativo. Por el contrario, tendrá que mirar oblicuamente hacia arriba o hacia abajo para encontrar una de las dos imágenes. El espacio de la pared se ha dividido en dos zonas totalmente diferenciadas. Una gran parte permanece tal cual es, pintada del color del yeso. Una pequeña franja que parte desde la esquina derecha esta cubierta con hojas de color rojo. En su parte superior nos encontramos una imagen de unos hombres que están realizando maniobras de navegación en un barco equipado con la más alta tecnología. La otra imagen, colocada en la parte izquierda y muy cerca del suelo, nos muestra una patera llena de inmigrantes que se dirigen hacia la costa. En el suelo hay esparcida ropa mojada y sucia con arena. El hecho de que estas dos imágenes estén separadas y casi en los limites del espacio que ocupa la instalación, guarda una estrecha relación con la forma en que visualizamos a los grupos sociales que están representados en estas imágenes. Al hombre blanco, tipo anglosajón, fuerte, rubio y aficionado a los deportes de élite, tendemos a considerarlo como modelo y símbolo. En este sentido se acerca a la idea de ídolo, un Dios con una gran cantidad de seguidores que, lógicamente, consideran este modelo como meta a conseguir en sus vidas. Como ocurre con todas las divinidades, tendremos que levantar nuestra mirada para poder encontrarnos con su imagen. Y ésta se nos presentará rodeada del espacio y del ornato necesario para que cumpla con su papel ejemplar. Las hojas rojas que se han colocado junto a esta imagen del poder funcionan como una abstracción del espacio (rojo, poderoso y fértil) en donde estos ídolos contemporáneos realizan sus hazañas y milagros económicos y donde luchan con los elementos en estructuras muy bien equipadas. Por el contrario, tendremos que bajar nuestra mirada para acercarnos a una imagen que nos muestra una realidad muy distinta de la anterior y a la vez muy relacionada con ella. Inmigrantes subidos en pateras frágiles, navegando a la deriva, con el único objetivo de poder llegar a un lugar en el que esperan que su dignidad como seres humanos sea respetada. La situación actual de la inmigración se percibe condicionada por una constante satanización de este acontecimiento y por extensión de quienes lo protagonizan. Los que enarbolan la bandera del conservadurismo más recalcitrante están interesados en que miremos a los extranjeros como símbolos del mal. Un mal que, como otras tantas veces se ha dicho, puede contaminarnos y hacer peligrar nuestra armonía. Las consecuencias de esta división de las esferas sociales y el precio que se paga al empeñarnos en mantener las distancias, no son ni más ni menos que un montón de ropa mojada, ya sin cuerpo, que podemos encontrarnos en cualquier playa de la zona del estrecho de Gibraltar.