Sillas

Inicio del proyecto: 2010

Cuando estaba realizando las fotografías para el proyecto Geografías del morbo, no me di cuenta que en muchos de los lugares que documentaba, sobre todo en las fábricas, casetas o edificios abandonados en los que nos metemos para follar (pero también debajo de algunos árboles) había sillas, mayoritariamente las típicas de terraza de bar, que estaban allí como abandonadas, desplazadas, fuera de su lugar habitual. Fue en el proceso de edición de las imágenes cuando me di cuenta que en varios enclaves de cruising se daba esta circunstancia.

Estas sillas no están en esos lugares para sentarse a descansar. Tampoco se usan para charlar con los usuarios de estos lugares. Su función está muy alejada de los usos del mobiliario urbano en el que nos sentamos para mirar y ser vistos y en los que muchas veces predomina la mirada sobre la palabra. Tampoco estas sillas, que ocupan espacios que son públicos, están relacionadas con otras actividades espontáneas de la ciudadanía como la de sacar sillas a la calle generalmente en las puertas de sus casas, para conversar, mirar, comer, etc., un hábito que pervive, aunque cada vez menos, en la cultura mediterránea.

Las sillas que me iba encontrando en las imágenes están allí para sentarse y poder realizar una felación de manera cómoda. Se manifiestan como prótesis, en un lugar al que se le ha superpuesto prácticas de intercambio sexual entre hombres. Es posible que los usuarios de estas sillas sean personas mayores que tengan problemas para arrodillarse o agacharse para poder hacer una felación y coloquen allí su silla para hacerlo de forma menos dolorosa para sus articulaciones, o simplemente para hacerlo cómodamente. Es posible que se utilicen para evitar el dolor de rodillas que una larga felación puede provocar, y más cuando la superficie en la que se apoya esta parte del cuerpo suele presentarse rugosa y dura. Y, fundamentalmente, estas sillas que nos encontramos ejercen una función de hito, en su acepción de punto fijo colocado en algún lugar, elemento significativo tanto por su presencia material como por su significado simbólico, y que destaca en el contexto en que se encuentra de tal modo que podemos identificarlo previamente. Pero al contrario que los hitos estas sillas pueden moverse.

Al encontrarnos una silla sabemos qué ritual soporta y si nos encontramos un hombre sentado, en actitud de espera, sabemos qué es lo que está esperando.

Tengo un pequeño archivo de fotografías, realizadas en la playa de Muro (Mallorca), en la fábrica Plexi (Valencia), en la caseta del mirador del Moncayo en Guardamar (Alicante) y en la zona de ligue de la estación eléctrica de Novelda (Alicante), que podrían formar parte de una colección fotográfica de “sillas para comer pollas”. Siguiendo la misma estrategia de fotografiar los lugares de encuentro sexual entre hombres de forma que se presenten vacíos, sin gente, estas sillas también están vacías y nos remiten, inexorablemente, al cuerpo que las usa y al uso y significado que ese cuerpo le da al acto de sentarse allí, en ciertos momentos, para hacer ciertas cosas.