Visita guiada, 2015

DESAPARECIDO BAR DE SEXO «LA GUERRA», VALENCIA

Visita1

 DURACIÓN  LUGAR   CONTENIDOS
5 m Puerta exterior
Presentación de la actividad

Me llamo Pepe Miralles, soy profesor y artista visual. Investigo en mi práctica artística este tipo de espacios.

Nos encontramos enfrente de un antiguo bar de sexo para hombres que hacen sexo con hombres cuyo modelo era el de un cuarto oscuro, en una calle muy transitada y con un nivel de identificación público muy bajo. Un espacio que permite transformar un situación de vulnerabilidad en un espacio de respuesta a la heterosexualizacion de todos los lugares y los símbolos.

Breve historia del negocio

Nadie nos ha podido decir con exactitud en qué año se abrió este local. Tenemos indicios de que fue hacia 1978-79

Algunos usuarios a los que hemos consultado nos han dicho que el local se abrió antes de los 80 y que lo hizo un tal Óscar, el cual era abogado, y que lo llamó Provincetone Law. No tenía prácticamente iluminación y te ponían las copas ayudándose de una linterna. El local, el ambiente y las condiciones que tenía hizo que se le pusiera el sobrenombre de “las catacumbas”.

Otros usuarios nos dicen que lo abrió un tal Fernando, y que luego lo traspasó. El nuevo dueño se llamaba Álvaro y abrió aproximadamente en 1985, aunque otras personas nos han dicho que  recuerdan que en el 1983 ya estaba abierto.

Al principio únicamente el local ocupaba la planta baja y el entresuelo. Al tiempo se realizó una reforma y se abrieron más pisos de la finca. Uno de ellos era un cine (en realidad era una sala para ver vídeos porno) con butacas obtenidas de otro cine que había cerrado en la ciudad. Ya en los años 90 se abrió el último piso que era una especie de laberinto con cabinas, glory holes, espacios muy oscuros…

Álvaro se casó con Mari Carmen, pero a su vez éste mantenía una relación con un hombre, la cual Mari Carmen consentía, y los tres trabajaban en el bar. A principios del 2000 Álvaro murió de cáncer. Carmen empezó a llevar el bar; sin embargo, al parecer no le gustaba. Al mismo tiempo, otros empresarios abrieron otro bar de sexo en la zona que poco a poco se fue haciendo con la clientela.

Los dueños de La Guerra comenzaron a tener problemas legales con el piso donde estaba el cine porno porque no tenían licencia para tenerlo, por lo que también se cerró ese piso. Entre unas cosas y otras el negocio se fue al traste.

(Todos estos datos se han conseguido mediante conversaciones con personas que frecuentaban el bar o que dicen conocer a los dueños; otras informaciones se han conseguido hablando con alguno de los camareros que trabajaron en La Guerra.

¿Cómo actuaba la gente para entrar?

No había corrillos fuera, al menos al principio de su apertura. La gente entraba y salía “de prisa”. En ocasiones uno se colocaba cerca, en frente, para ver quién entraba o salía, como paso previo para decidirse a entrar o no.

¿Qué tipo de usuarios venían?

Los usuarios eran hombres que querían hacer sexo con hombres. Todo tipo de edades, aunque dependía de los días. Los fines de semana es posible que hubiera gente más joven, ya que en ocasiones era un lugar o bien para pegar un polvo temprano y luego ir de fiesta sin la presión de la necesidad de ligar, o bien se acudía a última hora, a ver que se pillaba. Pero podemos decir que los usuarios eran de todo tipo, jóvenes, edad mediana, edad madura… En definitiva, hombres que querían follar con hombres. Es de suponer que muchos tendrían una vida pública heterosexual, con todo lo que ello comportaba. También acudían hombres de todas las clases o niveles sociales. Un lugar de este tipo de alguna manera diluye la clase social.

A continuación entrar en el local
 10 m Entrada al local y parada en la planta baja
Planta baja

La distribución que nos encontramos en este momento no coincide exactamente con la anterior, teniendo en cuenta que este lugar ha tenido diversas reformas y ampliaciones.

La planta baja no era un lugar de socialización, en el sentido de que no era una barra de bar en la que hubiera mucha gente charlando, tomando copas o ligando. En ocasiones había grupos pequeños, dos o tres personas hablando. Es cierto que algunas personas iban a tomar algo, pero no era la funcionalidad más habitual del lugar. Tomabas algo porque era preceptivo para poder entrar, si no, no te dejaban subir a los pisos superiores.

Por lo tanto todo el mundo al entrar se dirigía a la barra y se pedía una consumición. Apenas se hablaba con el camarero. Una vez te servían, se subía inmediatamente a las plantas superiores.

Realmente este sitio no era un bar para conocer gente sino para follar, y esto es también, en definitiva, un tipo de socialización. Pero quiero marcar la diferencia, no era un disco pub en el que hubiera un cuarto oscuro al final, que cuando te pones caliente con dos copas y un par de rallas te acercas a ver que pillas, sino que era un cuarto oscuro de cuatro plantas, con una planta baja con barra en la que expendían consumiciones a modo de tique de entrada.

10 m Subida a la primera planta
Entresuelo

Si hiciéramos un símil con los enclaves de cruising en espacios abiertos, esta sería la zona de reconocimiento. Donde se observa y se es observado, donde se inicia el proceso de búsqueda de sexo y se anuncia que uno esta ahí. La luz tenue y el lugar con sillas para sentarse era adecuado para esperar y ver quien entraba y si surgía interés por alguien que acababa de llegar, seguir su trayecto hacia otras partes del local. Pero no era un lugar en el que se estuviera mucho rato. Obviamente dependía de las actitudes de cada persona. Había hombres que se sentaban en esta zona para observar quien llegaba, otros simplemente la utilizaban como una zona de paso para subir a las siguiente plantas.

La danza de persecución era algo muy habitual. Muchos hombres pasaban mucho tiempo siguiendo a otros, escaleras arriba y abajo, hasta que cuajaba el cortejo o no.

En esta planta, igual que en la planta baja había un váter, en el que los que buscaban más intimidad se metían a follar -también porque había algo mas de luz, agua y, a veces, papel-.

En aquellos tiempos y como consecuencia de la falta de cultura de sexo que existía en este país, locales como La Guerra no ofrecían a sus usuarios papel para limpiarse; tampoco lubricante; creo que nunca llegaron a plantearse la posibilidad de instalar duchas anales, y no repartían preservativos entre el público.

En la zona colindante al váter había un cuarto oscuro de no muy grandes dimensiones, sin nada de luz, de manera que había que ir rozando la pared con la mano para poder entender su forma y saber si había alguien dentro. Muchas veces permanecía vacío, otras alguna pareja se “escondía” de los toqueteos de otras personas y en otras ocasiones se montaban acciones en grupo, en las que en silencio y oscuridad total se iban realizando distintas prácticas.

Y aquí me gustaría introducir el término glosa corporal que hace referencia al proceso mediante el cual una persona utiliza sus gestos a fin de dar datos claros acerca de una cuestión pasajera que puede disponer cualquiera que se halle en la situación. Por ejemplo, si una persona nos pide dinero por la calle su glosa corporal enfatiza una sonrisa que da cuenta de la actitud de no enfrentamiento en su acercamiento o cuando alguien se retira de una reunión y lo hace como de puntillas, indicando su escusa o consideración hacia los que se quedan. Es decir usar gestos corporales para deducir información que no podemos apreciar de otro modo.

Descifrar la glosa corporal es imprescindible para describir el proceso de intercambio sexual en estos lugares, donde la totalidad de aspectos que lo caracterizan obligan a dar mucha importancia al lenguaje corporal que regula los códigos de conducta.

Sin apenas utilizar el lenguaje verbal, los diferentes usuarios saben expresar sus deseos a otras personas de manera directa y claramente reconocible. Evidentemente se pueden producir malentendidos. Pero la aceptación o negación hacia el intercambio sexual se llevan a cabo a partir de un modo de comunicación corporal distinto para cada uno de los objetivos.

Se trata pues, de un dialecto corporal compartido que emite significados a partir del cuerpo, que te pueden convertir en un ser atractivo y deseable. Y estas señales deben ser legibles por el resto de personas que frecuentan el lugar.

Por ejemplo, algunos pueden estar con su polla erecta fuera del pantalón, de este modo sus intereses quedan claros y a la vez suscita deseo al mostrar sus atributos. Pero no solo eso, sino que cada parada o mirada de los participantes anuncia intenciones de su emisor y estas pueden ser registradas y entendidas por el resto de participantes.

Debemos tener en cuenta que la proxémica, como clasificación de las distancias entre las personas, es algo fundamental en este tipo de espacios. Se suele señalar que la distancia más corta es la distancia íntima privada, la que se produce más cerca de los 15 centímetros.

Para que se de esta cercanía es necesaria una confianza en el otro sujeto, pero lo fascinante de este tipo de espacios es que esta confianza no era complicado ganarla, más bien era fácil de conseguir. Esta confianza no se desarrolla del mismo modo en las zonas de cruising o bares de sexo que en otros escenarios sociales. La privacidad del cuerpo es mucho mas flexible y los aspectos mas íntimos se regulan por una dimensión que no es tanto corporal como cultural. Los usuarios se acercan sin pedir permiso los unos a los otros invadiendo lo que se denomina la “distancia íntima”.

Muchos de estos conceptos estan sacados de la Tesis Doctoral de José Antonio Langarica «Intercambio sexual en espacios urbanos».

¿Cuáles eran los roles de los usuarios aquí?

Tantos como personas, prácticas, placeres y apetencias. Los tíos catalogados como pasivos son lo que generalmente tenían el trabajo más arduo y posiblemente placentero: comer varias pollas estando de rodillas y finalmente ser penetrado por uno o varios hombres

Activos y pasivos se cazaban mutuamente, aunque es cierto que el valor otorgado al “activo” le permitía no dar tantas vueltas, no esforzarse tanto en la búsqueda y captura de la presa, sino esperar tranquilamente a que el «olor a activo” hiciera su efecto.

Invitarles a subir a la siguiente planta, y mientras van pasando darles aleatoriamente un mechero.

 15 minutos Subida a la segunda planta
Primera planta

Cuando no existían otras plantas, en ésta se proyectaban vídeos porno. Luego hablaremos de los vídeos porno y su función educativa. Cuando los vídeos porno se proyectaban en la segunda planta en ésta se podían ver vídeos musicales

Mas allá de las diversas reformas que ha habido, hay un espacio que creo que siempre se ha mantenido. En principio parece que se trata de un váter, pero es algo más que esto. Y su uso no se limitaba únicamente a la micción.

Ahora me gustaría que todo el mundo, individualmente, entre en la zona de los váteres y de las cabinas, experimentara en silencio y dedicara un tiempo a tomar conciencia del lugar y de las prácticas que se pueden hacer en el mismo. Alguno/a de vosotros/as tiene un mechero que en ocasiones necesarias, cuando lo considere, puede utilizar. Después de esta experiencia nos vemos fuera y seguimos con la visita.

Una vez acabada la experiencia:

Mear no era solo mear, sino colocarse al lado de otro, tocarle la polla y de esta manera saber si había posibilidades de hacer algo con esa polla. Muy similar a lo que tradicionalmente ha ocurrido en los váteres públicos de ciudades grandes y medianas desde el siglo XIX. Desgraciadamente no quedan prácticamente ya este tipo de lugares de encuentro y sexo.

Las cabinas servían para encerrarse a follar con uno, dos o tres, aunque esto creo que era difícil porque la mayoría eran pequeñas y había váter.

La Guerra, al contrario de otros espacios coetáneos que aparecieron después, no potenciaba -ni debido a su arquitectura y división espacial, ni a la gestualidad de sus propietarios ni sus indicaciones-, que se hiciera sexo en medio de las zonas de paso, o a la vista de los demás usuarios. Y si algunos lo hacían, muchas veces si te quedabas cerca a mirar, podías ser objeto de rechazo verbal o gestual. La tendencia mayoritaria era la de encerrarse en una cabina/habitación/casa en la que follar en la intimidad. Pero esta intimidad lo era sólo en apariencia ya que, en muchos casos, era únicamente visual. A través del sonido, por ejemplo, podía ser percibido casi todo lo que ocurría y de hecho atraía también a otras personas que se colocaban cerca “escuchando y por lo tanto viendo” lo que estaba ocurriendo dentro aunque no se pudiera ver.

¿Cuál era el olor de este espacio? Una mezcla entre orín viejo, almizcle, lejía, humedad y tabaco. Un olor muy peculiar, olor a bar de sexo. Y de vez en cuando una ráfaga de poppers.

 15 m Subida a la tercera planta
Segunda planta

Nos encontramos en el espacio que más conserva los elementos del lugar cuando se cerró, aunque con algunos cambios.

Aquí nos encontramos con la sala de proyección de vídeos porno. Muchas de las personas que en estos días han estado trabajando aquí, pensaron que se trataba de una sala de cine. No. Era una sala en la que se proyectaban vídeos porno. La diferencia es que aquí no había una programación, sino un bucle continuo en el que se iban proyectando imágenes para que algunos se sentaran a verlas, se masturbaran o simplemente pasaran el rato.

No debemos de olvidar que para muchas personas en los años 80 no había posibilidades de ver pornografía de tíos que follan con tíos en sus casas. Existían los sex shops gais pero era más caro meterse en una cabina a ver vídeos que comprar aquí una cerveza y pasar la tarde viendo aquello que te gustaría hacer.

Aquí la gente también transitaba por los diversos espacios que existían. Algunas zonas eran más privadas, como la que se encuentra en dos laterales de la sala, con una zona de entrada y dos cabinas. Unas de ellas, las que tienen espejo, eran muy solicitadas, ya que eran amplias y se podía follar cómodamente.

Estando ya en esta planta tenemos que contar que este lugar tenía una columna vertebral y un espacio de visibilidad fundamental que era la escalera. Continuamente se subía y se bajaba, se subía a ver si había alguien arriba y se bajaba a ver si había llegado alguien. Además en la escalera era también el lugar, que al tener mas luz, podías ver a la gente y decidir si había habido una conexión visual específica, seguirlo hasta donde te llevara para follar. Nunca  se follaba en la escalera.

Lo primero que llama la atención de un lugar de este tipo era cómo se organizaba la comunicación entre los participantes y lo podemos llamar  la “ley del silencio”. Esto tiene que ver con la necesidad del anonimato y de sus garantías. La importancia de ser anónino puede llegar a extremos como la interacción a través de un Glory Hole, aunque desde mi punto de vista aquí nos encontramos con una tecnología para follar con cuerpos mutilados.

En estos espacios y otros enclaves de cruising hay que puntualizar que la principal norma que regula la práctica sexual es la del silencio. Los rituales de intercambio sexual se pueden realizar sin intercambiar palabras, sin establecer una conversación verbal e incluso después de que el acto sexual haya ha terminado.

El ritual de acercamiento, de negociación, de acuerdo y la práctica sexual en sí puede llevarse en silencio. De esta manera los individuos hacen visible únicamente lo que les interesa: el intercambio sexual. De alguna manera el silencio ayuda a separar lo que pertenece a su vida social en el exterior del bar, haciendo de estas dos esferas queden claramente separadas y aisladas una de la otra.

A diferencia de otros espacios, aquí el silencio no causa incomodidad. Se puede estar 10 minutos enfrente de otra persona a una distancia de un metro y medio sin establecer ninguna comunicación verbal y no sentir ninguna incomodidad, lo que no implica que no haya ningún tipo de comunicación, ya que algunos movimientos corporales generan una gran información hacia los otros participantes.

El silencio resulta cómodo, no obliga a inventarse historias, ni hacer esfuerzos para caer bien a las parejas sexuales, sitúa a las personas en el lugar en el que están y centra su atención en el objetivo de aquella reunión ritual. Aquí se viene a follar. La descarga sexual es la principal función hacia la que se orienta esta actividad y para ello no son necesarias las palabras.

El silencio también permite una retirada fácil del espacio, acostumbramos a salir de la zona sin despedirnos.