Orgullo pasivo

Por el culo. Políticas anales. Editorial Egales, 2011. Javier Sáez y Sejo Carrascosa. Publicado en la Revista Bostezo 2012.

El culo ha sido considerado como el lugar predilecto de la injuria, y a partir de este presupuesto se han construido los discursos interpretativos que, según los distintos contextos históricos y culturales, se han establecido para el culo y sus territorios aledaños.

-¿Has visto la pasiva esa que acaba de entrar?” –pregunta Andrés.
-¿Cuál? ¿La que se ha sentado en aquella mesa?”, –responde Carlos.

Podemos llamarlo lenguaje natural, coloquial o técnico, qué más da. Lo que esconde esta conversación es la perpetuación de una concepción de la pasividad como algo negativo, nefasto y punible, objeto de injurias y celadas. El debate que este libro pretende suscitar sobre la penetración anal y sus periferias está servido, todavía caliente, y me interesa degustarlo en el comedor gay.

¿Por qué los maricones (igual que Andrés y Carlos) hacemos este tipo de comentarios? ¿Cuáles son las causas por las que se produce un deslizamiento de los discursos desde la homofobia heterosexista a las afirmaciones hirientes de los maricones?

No se trata de ninguna estrategia de performatividad del insulto. Más bien, es el resultado de un proceso asimilacionista de las actitudes heteronormativas y machistas, un trasvase de los roles de género que muchos maricones están adoptando y poniendo en práctica, perpetuando, en consecuencia, las consideraciones sobre un espacio como el culo que, en principio, parece que no tiene género.

Mira la tele, hojea alguna revista, pasea por Ruzafa y te darás cuenta de que ser maricón no es ningún problema, siempre a condición de que seas “normal”, es decir masculino, y que no se te note demasiado lo que escondes. Se impone, en la esfera pública, la “homonormalidad” y la ausencia de la pluma. Hay que parecer/ser “activo” por mucho que en los perfiles de contactos las estadísticas estén igualadas (activos-pasivos) y ese no-lugar llamado “versátilidad” reine virtualmente.

Si el uso del culo (en el libro se insiste bastante en ello), es el que define y organiza las sexualidades contemporáneas al determinar qué es ser hombre (impenetrable) y qué es ser mujer (penetrable), qué es un cuerpo marica y qué es un cuerpo hetero, parece que los maricones estamos aplicando esa dicotomía engañosa para ejercer el mismo mecanismo degradador de la pasividad con el que hemos sido educados. El vejado por la injuria se identifica con el opresor y salpica a otros con la misma agua.

Yo también he realizado, como en el libro, mi propio experimento sociológico en páginas Web de contactos. Partiendo de la sospecha de que estamos en un contexto represivo respecto a las diferencias conquistadas, pregunté a perfiles que se definían como “únicamente activos” una de las cuestiones que formula este libro: “¿Qué tipo de relación tienes con tu culo?” Las respuestas evidencian el deslizamiento al que antes me refería:

-No se han planteado la relación con su culo. Ignoran, o no mantienen ninguna relación con su culo, en todo caso engordan sus glúteos con proteínas sintéticas.

-Desearían ser pasivos, lo han probado, pero hay impedimentos físicos, dolor, incomodidad, etc., que les impide cruzar la frontera y, por lo tanto, aunque algunos reconocen que es una zona erógena, mantienen una relación periférica con la misma y no permiten que nada entre en ella.

-Odian que les metan algo por el culo, incluso comparan la penetración con la violación y relacionan esta aversión con su condición de activos puros.

-Lo han probado algunas veces, en ocasiones especiales, con ciertos compañeros sexuales o en una relación de pareja.

-Justifican su inexistente relación con su culo diciendo que “no son pasivos”.

-Manifiestan que la relación que tienen con su culo es únicamente fisiológica. Es decir, lo usan para lo que está concebido, para cagar.

La construcción paradójica de la masculinidad, compleja y nutrida desde distintos afluentes, se ha cimentado (y sigue) evitando a toda costa la penetración, sin embargo sí disfruta del beneplácito para penetrar, incluso el culo de otro hombre. Es la impenetrabilidad del culo lo que te hace hetero. “Macho” y “masculino”, junto a “no plumas” y “pinta hetero” son los términos más usados en las definiciones de los perfiles de contactos entre hombres.

Pero este libro también se ocupa de algunas prácticas que han trasladado el culo desde la cloaca al podium: las comunidades S/M o los acólitos del fist, así como sectores del feminismo radical pro-sexo y de las comunidades de lesbianas queer, han podido establecer prácticas y discursos en las que se da un sentido positivo y orgulloso al culo.

-¿Qué tal te fue el otro día? –pregunta Pepe.
-Increíble. Mi culo no se cansa, no se corre, mi culo es mental. Por eso busco que me follen todo el rato, –comenta Óscar en voz baja, mientras su mirada observa la atmosfera del bar.

La reivindicación de una receptividad anal activa subvierte el dispositivo de sexualidad normalizada, desatiende la topografía genital, y propone una acción desestabilizadora del orden y del poder establecido.

Lo argumentos sobre la apropiación positiva de lo anal que encontramos en este libro se ensayan en los laboratorios del sexo. Un chico está esperando a que le follen, quien quiera, sin requisitos previos, sin preámbulos ni palabras. Se muestra en una postura que en yoga se llama “pose de cachorro”. Está situado sobre una mesa-cama acolchada de piel sintética roja que ocupa el centro de una sala del club, y mantiene un consciente ejercicio de paciencia, ofrecimiento y silencio. Sus genitales no están. Es su culo el que enuncia todo su poder: ¡úsalo! Nunca se toca la polla ni la exhibe. Sólo gime en voz baja y mueve levemente el culo, como un cachorro contento con la recompensa que está obteniendo.

Es “activo”. Y su poder está relacionado con el lugar que ocupa en el escenario: se sitúa en el perímetro de la mesa-cama, en la fisura, en un espacio raro. Lo que su culo, ahí, está cuestionando es la abolición de roles, la autogestión del placer, la resignificación de la pasividad, el abandono de la dinámica de la eyaculación, la consideración de su culo como un lugar activo mediante la apertura del cuerpo para la producción de placer… y, sobre todo, su orgullo pasivo. Pero, como se dice en el libro, este otro sistema, basado en el culo y en su penetrabilidad, está más oculto, es silencioso, no se habla de él.