Ciber Revelación


-Hola, ¿puedo hablar con vosotros sobre la actividad de este cyber, sobre qué tipo de personas vienen, qué es lo que ocurre en este lugar, estoy estudiando este tipo de espacios?

-Tenemos prohibido hablar de esas cosas. Ciao.

//Un día decidí que tenía que ver cómo funcionaban este tipo de espacios. Me acerqué a uno de estos cyber cafés y les pedí que me dieran media hora de tiempo de conexión a Internet. Me costó 400 pesos.

Como no conocía el local pensé realizar, en primer lugar, una inspección ocular para poder ubicarme y conocer todas las partes que tenía. En la planta baja había cabinas y una pequeña sala con maquinas de cafe y refrescos. Pero al fondo había una escalera que bajaba al sótano. Una vez abajo me encontré con más cabinas y un baño.

Entre en una de ellas para ver cómo era: no muy grande, con una lámpara de mesa, un ordenador, un asiento de oficina, una papelera y papel higiénico. Cuando moví el ratón del ordenador me apareció una pantalla con el nombre del cyber y un sistema de interconexión interna entre todos los ordenadores del local. De esta manera descubrí que todos los chicos que estaban en las cabinas podían ver e interactuar con los que estaban en otras y si se daba en caso poder reunirse en una cabina y hacer sexo.

Un cyber café es un lugar para conectarse vía Internet con otras personas, pero en este se dan dos posibilidades: la que he descrito y la de conectarte sexualmente con otros usuarios.

Algunos chicos que se encontraban allí estaban esperando que llegara alguien para poder conectar, pero pocos paseaban por los pasillos. Las puertas de las cabinas no llegaban hasta el techo y levantando un podo los pies se podía ver quién estaba dentro, pero nadie hacia esto.

El día que fui no había mucha gente. Para usar estos espacios hay que tener mucha paciencia, saber esperar, o tener una actividad alternativa que hacer.

Supongo que muchos hombres que usan este tipo de lugares, la mayoría son jóvenes, están interactuando en la red a la vez que controlando a los demás usuarios del cyber. Es como una pequeña red de contactos. No vi a nadie follar en una cabina con otros chicos.

-Son las 12 y media de la noche y Andrés siente la necesidad de conectarse. Tiene 26 años, está terminando su carrera universitaria, vive cerca de Plaza Italia, y va a un «ciber» cercano al Museo de Bellas Artes. En cabinas privadas disfruta con imágenes dignas de películas triple xxx, cuyos protagonistas son los mismos clientes, como él, instalados a escasos metros. El uso de la webcam es crucial en estas lides, pues colocada en algunos puntos estratégicos permite mostrar su streaptease y sus proezas onanistas.

«La mayoría de las veces no se muestra el rostro. Yo no tengo problemas, soy más bien exhibicionista, pero una par de veces me ha pasado que termino de divertirme, salgo de la cabina y me encuentro con el sujeto. Y la verdad es que la sorpresa no fue muy agradable. No eran muy atractivos de cara», cuenta Andrés.

«Revelación», su local preferido a pocos pasos del Parque Forestal, en el exterior es similar a los otros «ciber», pero a la calefacción se une la tenue luz que acompaña al lugar. Tres jóvenes para nada amanerados de polerón rojo dan la bienvenida. Se entrega un disquete con el número de la cabina estampado en una de sus caras acreditando así el otro rol: el de cliente. Andrés debe bajar por una estrecha escalera que da al subterráneo donde se encuentran las cabinas que él prefiere, la de no fumadores, cubículos de madera (de no más de 2 por 2 metros) con puerta para la privacidad (unos tras de otro y mirándose entre sí), música de fondo, más calor y arte colgado sin ningún tópico específico.

El sonido de las teclas que se adentran en el juego del cam x cam será el próximo paso. Y Andrés lo sabe: «el movimiento del mouse comenzará la aventura». Ya en el interior de la cabina la información sobre las paredes «avisa» que es un chat interno el que ayuda a construir los nexos. Hay carpetas de archivos que contienen la más variada colección de películas pornográficas.

Andrés puede quedarse toda la noche si quiere, ya que en la semana se atiende hasta las 6 y viernes y sábado las 24 horas. Y si el problema del cliente es la limpieza, nuevamente en cada cabina se hace notar que antes de que entre un nuevo usuario, será uno de los chicos del lugar el que ordene y deje todo a la perfección para la nueva fantasía que se está a punto de explorar.

Exhibicionismo on line

Hace ya un tiempo que en discos y saunas gays otra sugerente oferta ha tenido muy buena recepción: los dark room. Oscuridad absoluta en piezas o laberintos donde todo vale, manos ajenas tocando cuerpos ajenos, pectorales, piernas y traseros en un ambiente cargado a la seducción, y a variadas «elecciones» para tener sexo.

Los nuevos cibercafés, en cambio, son una forma más limpia y no tan directa de concretar fantasías.

A Francisco (40, trabaja en el área educación) no le gusta la exhibición de la homosexualidad en estereotipos recargados y ya conoce dos de estos cafés de encuentros. «La versión 2.0 del dark room, pero sin el dark», dice. Y así es, ya que la luz es primordial para que la cam funcione más perfecta. Dice que por casualidad entró al que Andrés ya es asiduo, ya que «tenía que mandar urgente un mail y me di cuenta que se podían hacer otras cosas. Las ventanas se abrían en la pantalla del computador, mostrando a tipos, dándome cuenta que eran los otros clientes, así que además de mandar el mail en esa oportunidad, me masturbé para un chico de 22 años que insistía que era piola, que buscaba a alguien de similares características. Vestía bastante formal, de camisita a cuadros y chaleco de color azul, me dijo que estudiaba agronomía y que le gustaba ver a otros hombres haciéndolo.

Por un amigo supo de uno más pequeño, Liberación ( muy cerca del Centro de Extensión de la UC). Así, con las hormonas a full, la diversión le resultó grata y además barata, ya que estos cafés no cuestan más en relación a los otros: en promedio $ 800 la hora, y con horarios flexibles. Comenta que el cibercafé más pequeño promociona el cierre habitual a la 1 de la mañana y que la hora de conexión sube a mil pesos desde las 4 de la tarde en adelante. Se utiliza el programa Yahoo Messenger para la comunicación entre las 40 cabinas. Y para obtener la postura cam x cam se debe esperar la aceptación del objeto del deseo (el otro usuario) cuando al clickear sobre su perfil, se abrirá una ventana y el corto de los segundos anunciará el éxito comunicativo.

El local también posee una gran cantidad de películas triple xxx a disposición, más de 20 carpetas de hardcore gay. Si el primer piso está lleno, cosa habitual por la gran demanda existente, se le deriva al subterráneo que es la sección no fumadores. Una escalera angosta es el sendero al placer y ahora el rojo cambia a verde. «Fue un chico simpático y bien dispuesto y con unos ojos espectaculares quien me llevó a mi puesto entregándome una ficha redonda de color celeste con el número de la cabina», mientras otro de aspecto cansado y ya aburrido por el desfile de usuarios -incluso la gente espera a que se desocupe un puesto, incluidas mujeres que a eso de las nueve de la noche aparecen en mayor cantidad y que pueden ser convencidas por las carpetas de porno «straight». Pero no siempre están ellos, a veces a la hora de cierre puedes encontrar a 2 ó 3 chicos acompañando al de caja, con peinados con gel y ropa ajustada comentando sus aventuras, «si te toca arriba puedes escucharlos perfectamente por lo reducido del local». La otra sucursal cambia el subterráneo por un segundo piso, y otros bien dispuestos atienden con agrado y las cabinas son simplemente más oferta para la demanda.

Francisco es más osado, y a pesar de tener pareja, comenta que tienen una relación libre, «sexo es sólo sexo, nosotros tenemos algo fuerte y duradero». Por estos días le comentaron sobre un lugar nuevo, cercano a Plaza Italia yendo por Vicuña Mackenna hacia La Florida. «No es tan parecido a los otros. Es una casa con piezas donde están los computadores, una silla y un sillón. Al parecer no hay una conexión entre los computadores. Atienden sin parar, y hasta venden condones y puedes entrar de a dos», afirma no ocultando su curiosidad y sus «elevados» ánimos.

«En este ciber fuimos con mi pareja un miércoles como la 2 de la mañana. Es una casa de fachada moderna, tocas el timbre y el chico de recepción te abre la puerta. Nos atendió uno moreno y nos llevó a una pieza. Cerramos la puerta y fue como estar en un hospital o una consulta médica. Las paredes son de color blanco invierno y con relieve, todo extremadamente limpio. Un sillón negro de cuero, también reluciente. Música muy despacio se escuchaba a lo lejos. Y una foto de Fabricio enmarcado en dorado pegada en la pared nos miraba desafiante. Personalmente me gusta hacerlo en lugares donde otras personas puedan pillarnos».

Otra vez solo y con ganas de aventura con desconocidos se fue al ciber de cubículos de color verde (cabinas del mismo tamaño en comparación a los del otro local) y allí comenta que fue más osado y que si lo piensa ahora, no hubiera sabido qué hacer si lo pillan.

La Pasión de Christian

Christian es muy discreto. Sólo dice que tiene entre 18 y 23 años, estudia en la universidad y muere por el porno gay, definiéndose, eso sí, bisexual. Le cargan «las locas», se sentiría muy humillado si su familia se entera de sus gustos, y los nuevos cibercafés le atraen tanto por lo seguro que se siente dentro, como por masturbarse mirando a hombres que también lo estén «haciendo». El sexo con mujeres tiene más aceptación en él; pero la verdad, prefiere la soledad y la fantasía. Admite, sin embargo, que ha conocido cara a cara a un par de chicos en su aventura, pero como son jóvenes como él, el dinero no es abundante, y la pornografía es el mejor aliado. Los prefirió en imágenes en vivo.

Puede pasar horas viendo cada postura de los musculosos en películas gay tituladas Italian Style, Summertime o Eruption. Y admira los cuerpos de los chicos de una conocida productora de videos pornos europea, Belami, muy cotizada entre los gays jóvenes nacionales, ya que los actores tienen bellos rostros y no son tan musculosos.

Y es también en este recinto de computadores reunidos por una causa donde las hojas blancas impresas en negro colgadas en las paredes especifican el valor de cada producto que se puede comprar dentro, que van desde pañuelos desechables ($ 150) y condones ($ 700). Ambos bastante útiles a la falta de cualquier cosa que limpie la condición humana.

Patricio Lagos, El clik gay, en http://www.lanacion.cl/noticias/site/artic/20040619/pags/20040619183534.html)